EL BANQUETE DE BELSASAR

El rey Belsasar hizo un gran banquete a mil de sus príncipes, y en presencia de los mil bebía vino

Daniel 5:1

Belsasar es el rey que presenció la caída del formidable imperio Babilónico, cuya gloria y potencia estaba llegando a su ocaso. El dedo Santo de Dios anunciaba la venida del juicio; la arremetida inevitable e inminente de los Medos y Persas, quienes darían término a un paradigma de poder, de prosperidad y secularismo.

Esta experiencia relatada en el libro de Daniel, nos permite ilustrar el tiempo que nos ha tocado vivir. Existe una ola de secularismo acompañado de búsqueda de prosperidad y de anhelos de conquista sorprendentes, y no me refiero exclusivamente al mundo, sino que a este sentir enquistado en el seno de la iglesia.

La iglesia se ha transformado en una muchedumbre que esta de banquete en medio de una embriaguez extraordinaria, ávidos de fama y popularidad, se sienten seguros y la grandeza ha embotado sus sentidos. Por medio del poder de la mente, lo que denominan “el movimiento de la fe”, quieren obtenerlo todo, megalómanos, se sienten semejantes a Dios, es suficiente con visualizarlo, declararlo y ya es tuyo.

Los líderes seudo cristianos, con el gusto del vino en sus labios, utilizan los vasos de la casa de Dios (la iglesia) para “adorar” al dios de la prosperidad, rinden pleitesía al intelecto humano ufanándose de los profesionales universitarios que ayudarán a la expansión del reino. Llaman a los importantes príncipes de este mundo para que reconozcan la grandeza obtenida. Con “su visión”, nublada por la codicia y ambición, solo piensan en los mega templos, mega eventos, buscan su propia popularidad, quieren ser reconocidos, se sienten seguros. “Hemos crecido podemos exigir, presionar, incluso, al gobierno secular de turno para que nos reconozcan”; y -¿Por qué no?- el día de mañana tener un presidente “evangélico”

Nadie está decidido a detenerse y a meditar solo por un instante acerca del “dedo de Dios” que escribe en la muralla y que revela que hemos sido pesados en balanza y que hemos sido hallados faltos. Las Sagradas Escrituras han pasado de moda, primando las filosofías humanas, y se han dado a escribir una palabra fresca, que no más que el vino de la insensatez que corrompe los sentidos de quienes lo beben.

En la actualidad, hay fuertes sones de fiesta, de algarabía y de entretención. Mienten diciendo “la crisis no nos afectará”, y viven un “gran avivamiento”, que no es más que un ataque pasional en el cual se desatan las emociones, producto de la embriaguez, tal como en el banquete de Belsasar y sus príncipes y concubinas, y todo, previo al juicio de Dios.

En su desvarío pretenden engrandecer su reino, adornarlo con lo mejor de la cultura de este mundo, danzas seculares, mimos, payasos, canciones populares o música pagana, luces, humo, festivales, carnavales, café concert, …un mundo, un reino.

Sus ministros de alabanza ganan premios de popularidad, están conquistando el mundo para la iglesia, llenan estadios en los cuales son venerados como ídolos, decimos: “han expandido el reino, han conquistado espacios”. Cuando lo que realmente ocurre es que se han mezclado con las tinieblas y producen más oscuridad que las mismas tinieblas.

Han enviado a buscar los vasos del templo para brindar por sus triunfos y conquistas. “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Apoc. 3:17)

Así es, todo se acomoda para que se cumpla la Escritura cuando dice: “que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán” (1ª Ts. 5:3). El exitismo, el triunfalismo, los hace morar confiados y los ha cegado para no ver que el juicio de Dios está a las puertas. La apostasía es elocuente, más ellos celebran y se embriagan.

Sería una insensatez el no reconocer que ahora se pregona una “lluvia de bendiciones”; de conquistas, de popularidad y de fiestas de avivamientos con manifestaciones seudo espirituales como embriaguez santa, risa santa, caídas de espalda, aullidos de animales, histerismo colectivo, cuya base es la carne y sus pasiones.

Por ahí, con tristeza vemos que ya se hizo popular el “grito de júbilo”, que se traduce en un fuerte
“¡UUUUU!” por parte de la multitud ebria en esta fiesta donde es común la pérdida de la compostura y el temor a raíz de la borrachera. Festejos cuyo volumen, de la denominada música cristiana contemporánea, impide escuchar la voz del Salvador que está afuera en la puerta llamando a los suyos a salir de este banquete.

Y los falsos pastores se han convertido en “gritones animadores”, atizadores de este fuego extraño, que buscan la manipulación de las emociones de la multitud, a fin de alimentar sus desmedidos egos, enseñando, a través de un incoherente sacerdocio femenino lo que denominan “la verdadera adoración”.

Amados hermanos, no estamos de banquete ni de fiesta. No nos engañemos; las muchedumbres y las largas filas de integrantes de la cristiandad de estos días, no son sinónimo de bendición, de conquista o de avivamiento. Por el contrario, es el indicio claro de una oleada brutal de secularismo dentro de la iglesia.

Es por esta razón que el mundo entra con tanto agrado a los templos, porque no hay ninguna diferencia; el banquete y la embriaguez es la misma con distintos nombres. Se ha profanado la casa del Señor, convirtiéndola en un lupanar, rindiendo culto a las emociones de nuestra carne, donde el sentir es la intención de los adoradores que se entregan con pasión a satisfacer sus propias concupiscencias.

Han transformado la casa del Señor en una cantina llena de borrachos, un vulgar “Pub” atestada de apasionados adoradores.

Que Dios nos ayude a seguir pregonando con firmeza y constancia la gloriosa verdad de su Palabra. No nos dejemos engañar por este fuego extraño, falso avivamiento basado en histeria colectiva y manipulación de pasiones. “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu,…” (Ef. 5:18); y la llenura del Espíritu Santo no se relaciona, en lo absoluto, con manifestaciones histéricas ni con pasiones, ni otro tipo de conductas descontroladas… sino, como dice el Espíritu Santo: “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios”.

Hermanos en el Señor, os es necesario que “contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo”. (Judas 1:3-4)

Mas estos profanadores no irán más adelante, ya que el dedo de Dios aparecerá y escribirá:

MENE MENE TEKEL UPARSIN